El Ritual

La ultima vez que te vi con vida, estaba tirada en el piso entre lineas de sangre que salían de mi cráneo, hoy dos lineas de madera dividían mi vista del exterior, sentí como el vació me drenaba las entrañas. Para que la "viuda" supere el dolor pasar las ultimas 24 horas con el difunto. Solos tu y yo siguiendo la tradición debía desvestirte, lavarte, cuidadoso proceso donde se enfrenta a la soledad en esa ambivalencia ver por ultima vez ese estuche vació.

Nuestra ultima noche juntos.

Gire la manta, abrí la chamarra de piel, solo me pude tirar al piso llorar a tu lado, oler tu cabello. Jamas podría hacerlo, cortar tu piel, poner en vasos tus órganos, ahí estaba el manual postrado en el atril ceremonial, tenia nauseas no podía estar un minuto mas en esa casa, llena de recuerdos, viéndote como dormido tan lejano. Como nunca te había visto. Recuerdo a tu madre entregándome el libro y la bolsa con las herramientas, eres muy joven, pero se que podrás hacerlo, es parte de nuestra naturaleza, fría e inamovible puso el cerrojo a la puerta principal.

Callo la noche, y las primeras estrellas se asomaron por nuestro jardín grite tu nombre hasta sacar sangre de mis pulmones, el vació era inmenso solo aumentada con el pasar de las horas. Me deje caer sobre el pasto, me tape la cara para reprimir a las lágrimas otra vez.

Sentí algunas hojas sobre mi, quite el brazo y vi los redondos ojos de tu hermana escondida en unas ramas. De pronto note que mi hermano y su esposa estaban también escondidos en la barda, abrí los brazos sentí como el viento me abrazo, deje que corrieran las lágrimas sin culpa, tu hermana me abrazaba con toda sus fuerzas. -Nosotros también lo extrañamos-. Finalmente en una de las esquinas en cuclillas casi invisible estaba tu hermano, tan firme y tradicional incapaz de cuestionar las interminables reglas del clan.

Esta estrictamente prohibido interrumpir o entrar a la casa donde se prepara el cadáver.
Bajo despacio como un gato, entramos a la casa, te levantamos y te pusimos en la primera mesa
ese dolor volvió, cuando me disponía a cortar tu camiseta, tu hermano me tomo de las manos y me quito las tijeras.

Me abrazo, dejo que las lágrimas corrieran sin culpa. Nadie daba crédito simplemente no era correcto. Todos te despedimos, te preparamos, paso a paso como decían los pergaminos, contábamos historias diciéndote -¿te acuerdas?-. Apesar de tu silencio ya no era tan cortante como cuando se cerro esa puerta, por primera vez desde que vi como la luz se iba de tu ojos sentí que la temperatura de mi cuerpo volvía, Ninguna viuda tiene que hacerlo sola, finalmente ellos formaron parte de tu vida también.

Subieron por el techo antes del amanecer, otra vez solos tu y yo, el aura hecha de flores, las tejí con cuidado a tu alrededor, cosa de dos, la ultima fase tengo que quemar toda tu ropa, prendí la hoguera y la fui dejando ir, mis lágrimas ya no me cortaban la cara, mire tu chamarra negra de piel cerré los ojos respire profundo lo que había quedado de tu aroma.

Al carajo con el ritual, -me quedo con tu chamarra siempre me gusto- la colgué en el armario.

Entro parte del clan, por la puerta estaba tu madre al frente como siempre, frunció el ceño, no se que reacción estaba esperando, pero no era esa serenidad que emanaba de mis ojos.

Como dice la tradición los hombres del clan te cargaron hasta la piedra ceremonial. Con los primero rayos del sol comenzaste a evaporarte. Te fundías con el origen, con el aire, con nosotros, los cinco hicimos linea, las luces comenzaron a atravesarnos fue la metamorfosis mas bella que nadie haya visto jamas como una gran explosión de color. -Que has hecho- me decía tu madre furica- Ninguna maldición, ninguna desgracia, puras mentiras la de esos pergaminos, tu hermano dejo salir dos lágrimas de felicidad, sonreí y te grite -¡Nos veremos pronto!- tome de la mano a tu hermano y dimos varios pasos para repetirlo juntos.

Se que estas orgulloso de nosotros, -nos veremos pronto-

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